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AGRUPACIÓN PARQUISTAS DE CARRIL

Un cultivo con solera

Un cultivo con solera

Antes de que el escritor latino, científico y militar Gayo Plinio Cecilio Segundo, conocido como Plinio el Viejo, bautizase con el patronímico Corticata a nuestra querida isla y así la registrase en su libro cuarto de Historia Natural, los patricios romanos ya degustaban las afamadas ostras, almejas y berberechos que se criaban en los arenales situados entre Cortegada y Carril.

La hermosa isla, así como el cultivo de sus preciados moluscos, han soportado un sinfín de avatares desde aquellos tiempos hasta hoy. La isla de Cortegada vio crecer económicamente primero a Carril y después a Vilagarcía, debido a la relevancia de sus puertos marítimos y dada su cercanía con la capital compostelana. En 1852, Salvador Buhígas y Prat fundaba en Carril la preponderante consignataria naviera que contribuiría de manera singular a impulsar el progreso vilagarciano de finales del siglo XIX y principios del XX.

Pocos años después, la instauración en 1873 de la vía férrea entre Santiago y Carril vertebraría definitivamente el impulso económico. Un puñado de aguerridos empresarios con aptitud creativa e innovadora y con visión de futuro, fueron capaces de cambiar a comienzos del pasado siglo la realidad de la capital arousana, creando un tejido industrial y comercial que la llevaría a la bonanza económica.

Es justo recordar entre otros a la Banca de Olimpio Pérez e Hijos, una de las primeras firmas financieras gallegas; a la Sociedad Gallega de Electricidad, que fue la industria eléctrica más importante de Galicia, con centrales en Ferrol y Vilagarcía; a los talleres de Fundición y Construcción de Antonio Alemparte, en los que se construyó el primer barco de vapor de hierro de Galicia; a las conserveras de Baltar y de Crespo; al exportador marítimo de pinos Joaquín Silva Lorenzo, que gozaba de extraordinario prestigio entre los propietarios de minas inglesas por surtirles de puntales de pinos del país y que con su negocio dio trabajo a miles de familias de la comarca; a la representación en España de la naviera internacional Compañía del Lloyd-Norte Alemán, regentada por Luis G. Reboredo y que llevó a miles de emigrantes a América; a la casa del armador y exportador Rogelio Ferreirós, propietario del barco de vapor Josefitas, dedicado al comercio de cabotaje entre Inglaterra y Galicia; y a la fábrica clavetera vilagarciana Ramón Fernández Gil.

La lista de empresarios podría ser interminable. Iniciativas empresariales no faltaron. Incluso se llegó a constituir en 1907 una compañía llamada Ómnibus Eléctricos de Arosa de troles automotor que pretendía crear una línea de pasajeros entre Carril y Cambados.

Lo triste es que en la actualidad, además de nostalgia, de todo aquello poco queda. El único sector que ha sabido crecer y permanecer a través de siglos y milenios es el del cultivo de la almeja y el berberecho y que, hoy por hoy, se ha convertido en el más importante de la zona, con una facturación anual de más de ocho millones de euros y que aglutina a mil cuatrocientos parques de cultivo.

Un sector paradójicamente vilipendiado por algún grupo importante de empresarios vilagarcianos que en nada se parecen en empuje y eficacia a sus predecesores. Un cultivo marginado crediticiamente por la administración autonómica actual por querer conservar su independencia y no someterse al mezquino juego político partidista. Un colectivo dividido en su fuero interno entre foráneos y oriundos de Carril que da lugar a una lucha fratricida que no conduce más que a la división y a la merma de poder ante los verdaderos enemigos.

Pero a pesar del calvario padecido, se puede augurar, sin duda alguna, que el cultivo de la almeja y del berberecho, por derecho propio en la historia, está abocado a permanecer impertérrito a través del tiempo.

Fuente: La Voz de Galicia (Miguel A.Rodríguez Arriero)

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