El exceso de agua dulce provoca una masiva mortandad de marisco
Hay bancos afectados en las rías de Arousa, Muros-Noia y Pontevedra
«¿Pero como non vai morrer o marisco, se a auga do mar case se pode beber, que está doce como a da billa?». Con esa impotencia hablaba ayer una mariscadora de Cabo de Cruz, en Boiro, que, como muchos otros productores de las rías de Arousa, Muros-Noia y Pontevedra estos días se está encontrando en los arenales la pesadilla que los llevaba atemorizando desde que empezó a llover: hay una masiva mortandad de marisco provocada por el exceso de agua dulce o, lo que es lo mismo, la bajada radical de la salinidad. El olor putrefacto que despiden algunos bancos es tremebundo.
En la Cofradía de Muros-Noia, de la que depende el pan de más de mil familias, llevan días con la moral por los suelos. Aún no son capaces de precisar qué cantidad de producción perdieron. Pero se están encontrando importantes cantidades de almeja babosa y berberecho muerto en las zonas de a pie y entre las capturas de a flote. Todo se precipitó a raíz de la drástica bajada de salinidad, sobre todo, en la desembocadura del Tambre. Aunque tiene variaciones, lo normal es que en esa zona el agua tenga entre un 20 y un 30 % de salinidad, y ahora el valor lleva ya más de diez días a cero. En la ría de Arousa, la mortandad de almeja afecta a buena parte de las concesiones de las cofradías y también al libre marisqueo. De hecho, los pósitos han pedido a la Xunta que cierre el banco más importante, el de Os Lombos do Ulla, ya que el marisco que se está cogiendo está en malas condiciones.
Resignación
En el norte de la ría, donde suenan más quejas es en Cabo. En la orilla sur, en Carril, están acostumbrados a que el marisco se les muera por exceso de agua dulce. Por eso, los parquistas parecen haberse tomado con relativa calma una situación «inevitable». A principios de la próxima semana, los profesionales aprovecharán las mareas para inspeccionar sus parques. Y cuando deje de llover, tocará «sanear el terreno y empezar de cero», según explicaba ayer el dueño de alguno de estos viveros. Su aparente tranquilidad -tal vez más que tranquilidad sea resignación- colisiona con el nerviosismo que se extiende entre las mariscadoras de Vilaxoán, Vilanova o Cambados. Las productoras declaran vivir con el corazón en un puño, «pensando en lo que nos vamos a encontrar cada vez que vamos a la playa». Y es que el paisaje que las recibe últimamente es desolador, con el terreno putrefacto y sus esperanzas, perdidas.
El caso pontevedrés
La situación se repite en Pontevedra. Marina Buceta, presidenta de la agrupación de mariscadoras de San Telmo, cruzaba los dedos antes de dar comienzo la subasta. Esperaba poder vender la almeja, escogida entre decenas de «cadáveres» de bivalvo. «Está moi tocada, coa boca aberta...»,dice. La mortandad es general en la ría.
La almeja babosa, la primera en caer
«Na ría hai moitísima auga doce», explica estos días el patrón mayor de A Illa. Cae del cielo y llega a raudales por los grandes ríos y por los regatos más pequeños, descompensando el equilibrio natural de la ría y de sus habitantes.
En Arousa, la primera especie en notar los efectos de la larga y sostenida caída de salinidad ha sido la almeja babosa. Esa debilidad tiene su explicación, dicen los biólogos. «As especies máis propias do intermareal teñen unha maior tolerancia. As que normalmente están sumerxidas teñen un rango de tolerancia moito menor», explica el técnico de una cofradía de la ría. Así que la babosa, acostumbrada a vivir en zonas más profundas, no consigue asumir la caída de salinidad provocada tanto por las lluvias como por los alivios de los embalses.
La experiencia dice que, una vez que la babosa muere, «o resto das especies van unha detrás de outra». Sobre el orden hay discusión, aunque parece claro que la almeja japónica y el berberecho son los siguientes en la lista. Así lo afirman en Carril, donde indican que la almeja fina sería la que muestra una mayor fortaleza para sobrevivir a una riada. ¿La razón? Tiene la fortaleza suficiente para mantener bien cerradas las valvas mientras dura la crisis.
Fuente:La Voz de Galicia
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