El mar condensado en una almeja de Carril
Junto a Cortegada, una de la Illas Atlánticas, se cultiva un marisco que ha conseguido hacerse un nombre
Envuelta en su denso verdor, Cortegada preside el mar de Carril, en Vilagarcía de Arousa. La más pequeña de las Illas Atlánticas es la gran dama de estas aguas, pero no reina sola. A su alrededor, en los fondos arenosos, crecen las famosas almejas de Carril. Un bivalvo que ha logrado hacerse un nombre propio en los mercados españoles y que se ha convertido en el sostén económico de más de 650 familias arousanas. Son las familias de los parquistas: hombres y mujeres que aprendieron antes que nadie a cultivar el mar, a colaborar con él, a sacarle todo el rendimiento posible.
José Luis Villanueva preside la organización que aglutina a la amplia mayoría de este colectivo. Cuando se le pregunta qué es lo que hace especial a la almeja de Carril, sonríe. «Que é de Carril». Y tras esa respuesta, tan nuestra, se esconde mucha verdad. Porque es en este enclave arousano donde el río Ulla se desmadeja sobre la ría de Arousa, creando una mezcla perfecta de agua dulce y salada. El mejor combinado para que crezcan los bivalvos.
Y vaya si crecen. La lonja de Carril -aunque sus instalaciones no lo aparenten- es toda una potencia en descarga de almejas y berberechos. La mayoría provienen de las parcelas que trabajan los parquistas. Hay berberecho -ahora recuperándose de una enfermedad que arrasó con su población en la ría- y hay, sobre todo, almejas. La fina: piezas hermosas que, consumidas crudas sobre una cama de hielo, son todo un manjar. La babosa, la especie perfecta para hacer la receta de almejas a la marinera que tantos devotos tiene. Y la japónica, una especie cuyo cultivo se ha ido extendiendo en los últimos años y que a estas alturas se ha convertido en el esqueleto de muchas economías.
Estos tres tipos de almeja se extraen de todos los puntos de la Ría de Arousa. Pero los ejemplares que se pescan en Carril tienen un aquel especial. «Diferéncianse porque teñen un alto rendemento en carne, pola súa textura, polo seu sabor... Ata teñen menos colesterol», dice José Luis Villanueva. Y eso se debe, sentencia, tanto al saber hacer de los parquistas, como a la apuesta que, desde hace unos años, estos han realizado para incorporar a sus parques semilla de almeja de primera calidad. El resultado, dice Villanueva, se nota, y ha permitido recuperar el orgullo a la almeja de Carril, de la que también se pueden encontrar falsificaciones en el mercado.
Precisamente por eso, para luchar contra quienes quieren apropiarse de un nombre y una fama que no les corresponden, la "Agrupación de Parquistas" está desplegando una estrategia que debería culminar en la obtención de una marca de calidad que ampare a su producto. Llevan los carrilexos dándole vueltas a esta idea desde hace años. Pero ahora, una vez finalizado el proceso de regularización de las concesiones de sus viveros, ya tienen las manos libres para poder concretar el viejo sueño de convertir el apellido de Carril en algo más que un alcumepopular.
Mientras tanto, el sector seguirá trabajando, como siempre. Y es que atender las necesidades de un parque de cultivo es una tarea exigente. Hay que preparar los fondos, sembrar la almeja, defender al vivero de los excesos de algas, o de los depredadores que se dan auténticos festines con el rico bivalvo... Y hay que hacer todo eso siendo conscientes de que, en cualquier momento, un exceso de agua dulce, un repunte inusitado en la temperatura del agua, puede dar al traste con todo. Porque, para convertirse en una hermosa almeja de Carril, las semillas sembradas en la arena necesitan al menos dos años.
La paciencia es una de las claves del trabajo del mar. De ese mar que en estos días de verano luce azul y brillante. En Carril, sobre la tranquila superficie, despuntan los palos que marcan los límites de los parques de cultivo. Esas varas dotan al paisaje de un rasgo característico, de un sabor propio. Como el de la almeja de Carril. Una de las joyas del mar gallego.
Fuente: La Voz de Galicia
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